Había una vez un joven que buscaba la felicidad. Intentó todo lo que se le ocurrió: acumular riquezas, tener éxito en su carrera, viajar por el mundo y tener experiencias emocionantes. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, nunca se sentía satisfecho ni feliz.

Un día, el joven se encontró con un anciano que trabajaba en un jardín Zen. El anciano le dijo que el camino hacia la felicidad se encontraba en la armonía y la simplicidad. Le ofreció enseñarle a cuidar el jardín, y el joven aceptó.

El anciano le enseñó al joven cómo cultivar las plantas, cómo cortar la hierba y cómo arreglar el camino de piedra que rodeaba el jardín. El joven trabajó duro en el jardín, dedicando tiempo y atención a cada detalle.

Pero, a pesar de su trabajo, el jardín nunca parecía estar perfecto. Siempre había hojas en el camino, o una planta que necesitaba más atención. El joven se frustró y le preguntó al anciano por qué nunca parecía ser suficiente.

El anciano sonrió y le dijo: «El camino del jardín Zen no es sobre la perfección, sino sobre la práctica. La práctica constante del cuidado y la atención al jardín es lo que te llevará a la armonía y la simplicidad que buscas».

El joven reflexionó sobre las palabras del anciano y comenzó a cambiar su perspectiva. En lugar de centrarse en la perfección, aprendió a disfrutar del proceso de cuidar el jardín. Cada día, trabajaba en el jardín con amor y dedicación, sin esperar nada a cambio.

Con el tiempo, el joven descubrió que la felicidad que había estado buscando estaba allí todo el tiempo, en su trabajo en el jardín Zen. Aprendió que la verdadera felicidad no se encuentra en el éxito o la riqueza, sino en la práctica constante del amor y la dedicación a lo que hacemos.

La moraleja de este cuento es que el camino hacia la felicidad no es una meta a alcanzar, sino una práctica constante en la que debemos trabajar día a día. La felicidad no se encuentra en el éxito o la riqueza, sino en el amor y la dedicación que ponemos en lo que hacemos. Así como cuidamos un jardín Zen, debemos cuidar nuestra mente y nuestro corazón, practicando la armonía y la simplicidad en nuestra vida diaria.
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Música:
Shenyang Kevin MacLeod (incompetech.com)
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